LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - capitulo 11

[CACERIA: Batalla mixta parte 1]
La lluvia comenzaba a caer, pequeñas gotas pringaban, pero no demasiado fuerte como para llamarlo una tormenta. El grupo de hombre en ropas negras y con capuchas se reunía en un círculo, terminando de armarse con sus juguetes. Había de todo tipo, navajas, bombas, ballestas, espadas, pistolas Paralyse. Los Cazadores se armaban hasta los dientes, no dejaban ninguna parte de sus ropas en las que no ocultaran alguna arma con la que defenderse, en las botas, debajo de la manga, en el pantalón, cinturón e inclusive en las uñas. A donde mirara encontraba el mismo tipo de vestimenta, expresiones serias y calculadoras, inclusive lo más peculiar el típico tatuaje de un cazador sobre sus cuerpos, en cualquier parte del cuerpo veía la misma insignia de la cabeza de un lobo de frente  con dos espadas atravesándolo.
Estaban fuera de ciudad Zwielicht, donde solo las luces de los vehículos los iluminaban, ya que los reflectores eran utilizados para vigilar el muro de algún posible intruso. Dirigió su mirada hacia donde estaba  un sujeto rubio con peinado mohicano que dejaba su mecho cayendo por enfrente de él, Renzo, dándoles las últimas órdenes a sus hombres, quienes no levantaban la mirada, solo se mantenían escuchando lo que su líder les decía. Los cazadores eran seres humanos que habían traicionado a su propia especie para cazarles también, no había diferencia entre humanos, weres, vampiros. Ante sus ojos todos eran iguales y todos eran presas que sus amos les pedían matar.
Reviso el reloj de pulso en su muñeca al sentir el cosquilleo indicándole que tenía que volver a dar su autorización para la salida, todos los collares estaban activados y ninguno mostraba mal funcionamiento. Volvió a reprogramarlo, colocando su huella digital, el artefacto no era más que un cuadrado con una pequeña pantalla y un botón a su costado, pero solo era necesario una orden y todos los collares se activarían enseguida.
La otra razón por la que los Cazadores no se revelaban eran esos hermosos y peligrosos collares en sus cuellos, que estaban completamente adheridos a sus cuellos, si se lo intentaban quitar les desgarraría completamente la garganta y cortaría la arteria carótida, lo cual no solo provocaría su desangre sino también su muerte instantánea, el collar está programado para cerrarse en el cuello del prisionero y asfixiarlo hasta que no tenga signos vitales. En cuestión si pensaran en quitárselo seria como suicidarse.
Se acercó hacia el grupo, pero un chico lo atajo, vestía el uniforme de la policía de ciudad Zweilicht, un color azul oscuro y su insignia en el costado derecho de su brazo. No mayor que Ethan, pero solo en apariencia, ya que a pesar de verse jóvenes, ambos tenían una edad mayor a la humana que no podía contarse solo con mirar el rostro del individuo. Podía tener más de 500 años y decir que aparentaba unos 25, para Ethan el tiempo iba aún más lento y ni siquiera consideraba la cuenta, era desesperante solo contar los años de una vida en solitario.
Llegando a donde estaban los hombres, ellos levantaron la vista hacia él. Renzo suspirando profundamente, su pecho haciéndose más grande y viéndolo con ojos calculadores, ninguna sonrisa por parte de los hombres, todos se mantenían cuidadosos y adoptaban una postura de precaución.
-         Hemos reunido a todo tu equipo. – admitió, tratando de no mostrar ningún tipo de nerviosismo. Jamás lo sentía, pero estar ante demasiados hombres armados, sus sentidos le pedían que los neutralizara uno a uno y después los torturara. Ethan podía parecer tranquilo, pero tenía una parte de sí mismo que no podía controlar y su sed por la sangre era mayor cuando su presa se defendía o sabia como hacerle frente. “un sujeto de cuidado”
-         ¿en serio? Esos sujetos de allá – señalo hacia donde estaban dos hombres vestidos de traje oscuro, con un tipo de casco que no dejaba al descubierto sus identidades,  botas a la medida y la ropa se ajustaba a sus cuerpos, como si el traje estuviera pintado sobre su piel. Ambos mantenían una posición firme y tranquila, sin mover un solo musculo, apartados de todos los demás, Ethan le regreso la mirada a Renzo – ellos no son de los míos, ¿Quiénes son?
-         Un regalo de Bateman. Supervisaran la misión y si es necesaria su ayuda intervendrán.
Caminaron hacia ellos, estos no parecieron inmutarse por su presencia, ni mostrar algún respeto como inclinar su cabeza, solo permanecieron inmóviles y derechos. Renzo camino frente a ellos, observándolos fijamente, de los pies a la cabeza.
-         Que considerado de su parte. ¿son fuertes? No quiero que uno de mis chicos salga herido solo porque no pueden defenderse. Cada quien se cuida solo, esto no es algo para débiles – no recibió respuesta, el sujeto mantenía su postura firme, pies juntos, manos cruzadas en la espalda - ¡Pavel! – llamo, sin quitarle la vista a su propio reflejo en el casco.
Un hombre sin camisa, que solo vestía los pantalones y una chaqueta en la cintura, cabello hacia atrás, mostrando las puntas de su cabello cenizo. Una montaña.
-         Sí, señor.
-         Dale la bienvenida. Veamos de que están hechos los perros de Bateman. – haciendo una pequeña media sonrisa.
-         Sí, señor. – respondió el otro.
-         Para tu información – se dirigió esta vez hacia una de los hombres de Bateman – significa que debes probarme que eres útil. Defiéndete porque Pavel no se detendrá hasta que te mate. Y lo hará sin dudarlo.
El gran hombre se colocó frente al uniformado, quedando a un brazo de distancia. Su pecho subía con cada respiración y la diferencia de estaturas lo hacía tener que bajar la mirada, una sonrisa de superioridad se dibujó con las comisuras de sus labios, girándose hacia su líder, que le indico que podía continuar, asintiendo levemente.
El hombre alargo los brazos, tomando el delgado y bien constituido cuerpo del sujeto, comenzó a apretarlos más fuerte. Sin embargo, a pesar de no mostrar alguna clase de síntoma de dolor, este permanecía inmóvil, como si su cuerpo se doblara por la mitad, juraría que el mismo hombre había roto su espina dorsal al seguir aplicando presión.
Sintiendo un leve dolor en la parte baja del vientre, sus brazos flaquearon y lo liberaron por unos segundos, al ver su rodilla enterrada en su cuerpo. Doblándose sobre sus piernas, el dolor lo hizo tener que llevar la mano hacia la zona de dolor, el sujeto retomo su posición frente a él, inmóvil y solo observándolo, inclusive había visto como su mirada, a través del casco, lo seguía mientras se tambaleaba. Apretó lo dientes, tratando se soportar el dolor.
El sujeto camino hacia él, dando un salto en el aire, su puño cayo contra la parte superior de su cabeza, haciendo que su mandíbula se cerrara fuertemente, sus dientes chocaron. Una pequeña línea de sangre cayo por toda su mejilla izquierda, se levantó del suelo molesto, ignorando los dolores ahora más fuertes que anteriormente, tratando de surtirle un golpe al sujeto, derribarlo y arrancarle la cabeza.
Cuando este trato de tomarlo de los hombros, este volvió a dar un salto, girando en el aire, su mano, completamente abierta como si apuntara hacia algún lado con todos los dedos extendidos y juntos en una manopla, golpeo la parte de su cuello fuertemente. El impacto del golpe parecía normal, pero al escuchar como el golpe seco hacia que su amigo cayera de rodillas y la parte de su cuello se doblara como gelatina, se dieron cuenta que no había sido un golpe normal.
Todos quedaron sin aliento, viendo la escena de un verdadero asesino, que solo necesitaba su propia mano para matar a un Cazador. Algunas caras eran de pánico, otras de sorpresa, y algunas haciendo una mueca molesta. Renzo observaba desde el otro lado, cuando el sujeto se giró hacia él, simplemente asintió, a pesar de que muchos replicaron. El sujeto inclino la cabeza y lo saludo con respeto. Ordenándoles a todos volver a sus puestos, el movimiento volvió a sí mismo y los hombres obedecieron las órdenes de su líder.
El sujeto se paró junto al cuerpo sin vida del cazador, viéndolo cuidadosamente, sus ojos iban hacia ese hematoma rojizo y verdoso que comenzaba a crearse en la parte del cuello donde había golpeado el músculo fuertemente hasta romper los nervios y venas internas. Un calor desbordándote comenzaba a calentar su garganta, las ansias por aplacar ese calor con laguna clase de líquido, si, ese líquido carmesí que tanto ellos amaban y por el cual mataban a sus víctimas.
Quitándose el casco, doblando la rodilla, se inclinó levemente hacia donde está la hematoma, saboreando la sangre desde antes de llegar a probarla. Acariciando suavemente el lugar suave y blando con su dedo pulgar, podía sentir como debajo de la piel había una gran cantidad de sangre acumulada que no podía salir de su prisión de piel musculosa. Una larga uña creció de su dedo y la acerco al cuello del cazador, trazando una larga línea por la vena yugular, presiono suavemente, hurgando en el interior. Una gota de líquido vital rojo carmesí broto en donde la uña se hundía, sintiendo un leve hormigueo en las ansias, de donde comenzaba a alargarse sus colmillos, el ardor en la punta de la lengua por el calor de la sangre. Acerco su boca hacia el pequeño orificio, el aroma a oxido de la sangre se impregno en el aire y simplemente no pudo contenerse más, se pegó completamente al cuello y comenzó a succionar frenéticamente.
Algunos cazadores se giraron al escuchar el sonido bestial, viendo como sus garras tomaban el cuerpo sin vida de su ex compañero y lo drenaba por completo. Una enorme cicatriz atravesaba el ojo izquierdo, y su cabello negro estaba peinado hacia atrás, su piel oscura se había aclarado un poco y su ojo bueno era de un color café claro.
-         Maldito, ¿Cómo te…? – musito uno de ellos, ya comenzando el paso hacia él, sosteniendo un largo cuchillo de doble filo. Cuando una mano se colocó frente a él.
-         No. Déjale que disfrute su premio – girándose hacia su líder, no podía creer las palabras que estaba diciendo.
-         Pero Pavel… - trato de protestar, pero recibió una mirada amonestadora.
-         Ha muerto. Conocer nuestras reglas. Ahora, regresa a trabajar, que tenemos que darnos prisa. ¿entendido? – en tono severo, que hizo al chico agachar la cabeza.
-         Sí, señor.  – viendo con enojo al chupasangre del otro lado sobre su amigo, simplemente bufo molesto y arrastro los pies fuera del lugar con el resto del equipo.
 Llevaba varios días desde su última ración de sangre y aunque podía controlar sus ansias, tenía que alimentarse ahora mismo o no sería capaz de seguirle el paso a su pequeña presa. Tenían asuntos pendientes y si algo jamás hacia era dejar un reto incompleto. Tenía que vengarse, tenía que matarlo, tenía que cobrárselas con lo que más le doliera. Se desprendió del cuello, sintiendo la sangre derramándose por las comisuras de sus labios, observo a su compañero y le hizo una seña para que los siguieran, limpiándose la sangre de la boca, se colocó nuevamente el casco. Pronunciando levemente las palabras; “Marko”.
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Randolph se levantó, haciendo que el pequeño colchón crujiera, tratando de hacer el menor ruido posible, salió de las sabanas y tomo sus pantalones a lado de su almohada. Jason parecía tan tranquilo en su sueño profundo. Jamás había dormido con alguien, siempre había evitado eso, quería esperar a su pareja y ahora que la había encontrado no lo podía terminar de creer. Tener a Jason entre sus brazos, sintiendo su corazón latiendo tranquilamente en su pecho, mientras compartían el calor de sus cuerpos. Todo en él lo hacía desearlo más, su tímida sonrisa que se ocultaba detrás de esa mascara tan forjada sobre su rostro, su carisma y su calidez con los demás, jamás hacía sentir a nadie menos y siempre trataba de esforzarse lo mejor posible. Pero sobretodo ese enorme amor que brillaba como un destello de fuego dentro de su mirada, cuando sus labios lo demandaban por su atención, o como su cuerpo era compatible con el de él, no era simple deseo por el placer, era algo más profundo.
Cuando había sostenido a Jason entre sus brazos pudo sentir como sus almas se juntaban en una sola, sintiendo un poco del peso sobre sus hombros ceder y transformarse en simple preocupación en vano. Se había olvidado de todo, incluso de las restricciones, tenía mucho que pensar, era verdad, y aunque deseara permanecer de la misma forma en cucharita con  Jason, no podía salir del armario con semejante escena, tenía que hacerlo formal, frente a todos.
Arreglo su parte donde dormía y antes de irse, levanto el cabello de la frente de Jason, depositando un tierno beso, la proximidad lo hacía querer no irse de su lado, pero no podían estar en la misma cama ahora, aun no. Aunque su corazón se oprimía por dejarlo así,
Dando pasos fuera de la habitación de Jason, camino lentamente hasta llegar a la puerta. Dio una vuelta, no sin antes darle una última mirada al cuerpo desnudo de Jason sobre la cama, solo cubierto por una sabana. Maldición. Esto era tortura, se veía malditamente tan deseable que solo quería despertarlo y joderlo ahí mismo, aunque despertaran a los demás. Pero sabía que Jason no se lo perdonaría, y lo que menos quería era empezar con el pie izquierdo con su pareja, quería ser quien provocara su felicidad y no lo contrario.
Girando nuevamente al final del pasillo, trato de caminar por el primer piso, pero una mano lo jalo de nuevo a la oscuridad del pasillo. Rápidamente se encontró con la mirada molesta de Alo, quien fruncía el ceño en el puente en el que las cejas se juntaban con la forma de la nariz.
-         ¿Qué fue todo eso? – la voz de Alo era severa, pero cuidadosa de no decir nada de más.
-         ¿a qué te refieres?
-         Randolph, respóndeme. Yo lo vi todo. – el agarre en su brazo se apretó y Randolph se molestó, sacudiéndoselo para quitarlo.
-         Soy tu Alfa, recuérdalo. No tengo porque darte ninguna explicación – respondió molesto, retomando la posición que él tenía en la Guarida y recordándole a su subordinado cuál era su lugar, el respeto que debía de mostrar hacia él. Cruzo los brazos sobre su pecho, molesto. Los ojos de Alo se abrieron más, y su boca cayo, pero rápidamente recobro la compostura, bajando la cabeza.
-         Jamás habías utilizado tu posición como Alfa contra mí. Me disculpo por preocuparme por su seguridad, Alfa.
-         Alo, eso no es verdad. Mira, lo lamento ¿sí?
-         Entiendo.
-         No, no lo entiendes, esto es muy difícil de entender. – llevando las manos a su propia frente, tratando desesperadamente de arrancarse los cabellos de frustración.
-         ¿el qué? ¿Qué te andas tirando a Jason? Eso lo puedo entender.
-         Cuidado con tu boca, yo no me lo ando tirando,
-         ¿entonces porque andan por toda la Guarida como si estuvieran en celo? Tú mismo pusiste la regla de no juguetear. No eres un adolescente Randolph, eres un hombre. Y Jason también es un hombre.
-         Lo sé, pero yo…
-         ¿quiero saber algo? ¿esto es serio, o solo estas tonteando? No quiero que hagas una tontería y tampoco quiero que involucres al humano en esto de ser solo un juego. No somos monstruos, Randolph.  – sabía que si le decía la verdad podría involucrar a Jason en algo aun mayor y Alo se encargaría de que todo se diera a público, tendría que aguantarse las ganas de presumir a su pareja por un tiempo y simplemente actuar un poco hasta tener todo listo.
-         Creo que me he dejado llevar un poco estos días. Solo necesitaba liberar la tensión un poco, ya sabes, las necesidades de un hombre. – dijo, tratando de sonar convincente, incluso esas palabras duras e idiotas sonaban falsas en su boca, pero esperaba que Alo entendiera.
-         ¿lo dices en serio?
-         Si, lo juro. – admitió, tragando en seco. Alo se paró frente a él y frunció el ceño nuevamente, dirigiéndole la más decepcionante mirada.
-         No creí que fueras esa clase de persona. Así que te prohíbo acercarte al humano, eso que haces es cruel. Jamás pensé que harías algo así.
-         Lo lamento. – agacho la cabeza, tratando de seguirle el hilo a Alo, aunque una parte de él se lo merecía por mentirle a Alo y no decirle que Jason era su pareja, lo estaba negando y eso hacía que su pecho se oprimiera cada vez más.
-         No es conmigo con quien deberías disculparte. Tan pronto cuando volvamos de la cacería el humano se ira.
-         ¿Por qué?
-         Porque no es un esclavo, ni tampoco es un prisionero. Lo dejaremos ir. Mientras tanto, quiero que pienses en lo que has hecho.
Dando por terminada la conversación Alo se giró y salió al pasillo, suspirando molesto, esta vez fue Randolph quien lo siguió, no podía dejarlo así, tenía que decir algo. Ambos llegaron hacia la oficina del Alfa y Randolph detuvo a Alo. Antes de que dijera algo más, fue Alo quien intervino.
-         Somos hermanos, del mismo padre, pero a veces no logro entenderte del todo. – admitió Alo, colocando ambas manos en su propio pecho, jugueteando con su mentón, dirigió su mirada a Randolph, suspirando pesadamente.
-         Lamento darte más trabajo.
-         Soy el Beta, pero también soy tu medio hermano. Solo quedamos nosotros dos, ¿no?
-         ¿Qué hay de Abby?
-         Ella no cuenta. – sabía que lo decía en broma, Alo amaba a su hermana gemela y siempre, aunque lo hacía enojar, la cuidaba.
-         Para mí sí. Es mi pequeña hermanita también.
-         Solo mía.
-         ¿no te molesta que yo sea el Alfa?
-         ¿por qué? Eres un gran líder.
-         Y tu un gran Beta, hermano.
-         Vuelve a la cama. Tendremos 4 horas más de descanso y después levantaremos a todos para ir saliendo antes del amanecer.
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[Guarida - 5 minutos antes]
Sentía que alguien me estaba moviendo de mi sitio, aunque el tacto era más pequeño y me empujaba el pecho, rápidamente me levante de mi sitio, sentándome en mis piernas y tratando de ver en la oscuridad de la habitación. Estaba en mi cama, pero había un enorme vacío a mi lado, sin embargo la pequeña silueta de Esther me hizo reaccionar, pasándome la mano por la cara, limpiando todo rastro de baba y alguna que otra lagaña entre mis ojos.
-         ¿Jason?
-         Si, Esther, ¿Qué pasa? – cubriéndome de mi desnudez. Aunque era una niña, no me sentía cómodo con ella observándome desnudo y pregunto el porqué de esto y aquello, aún tenía que pasar la adolescencia.
-         Pipi, pipi.
-         ¿quieres ir al baño? – ella asintió con la cabeza y apretaba las piernas, saltando de un pie al otro. Tome los pantalones que estaban debajo de la cama y metiendo las piernas mientras aún me cubría un poco con la sabana, me cambie rápidamente.  – vamos – le extendí la mano y la encamine hacia el baño.
La lleve hacia la puerta y la deje adentro, mientras me dejaba a su pequeño conejo de peluche. Cerro la puerta y yo me quede esperando ahí afuera del baño. Todo el lugar estaba en silencio, lo único que podías escuchar era el sonido de la brisa pasando a través de los túneles y como este llenaba de vida la Guarida.
Se escuchaba le sonido de algo más, acercándome con mucho cuidado, logre visualizar a Randolph parado en medio del pasillo, con los brazos cruzados en el pecho. Por su expresión no parecía alegre, antes de que lo llamara, una segunda voz apareció, era la voz del Beta, Alo. Me escondí nuevamente, pegándome a la superficie de la pared. Sus labios se movían, pero no parecía poder entender todo por completo. Estaban discutiendo, su comportamiento era evidente. Randolph estaba a la defensiva y Alo estaba tratando de indagar más.
-         Yo los vi – dijo Alo, ¿a qué se refería con eso? ¿a quienes había visto? El rostro de Randolph palideció, pero rápidamente se tornó rojo. Subiendo su tono de voz, las palabras que salieron de su boca me hicieron encogerme, era tenebroso verlo en ese estado molesto. Hasta el mismo Alo lo había entendido y permanecía con la cabeza gacha.
-         Soy tu Alfa, recuérdalo. No tengo porque darte ninguna explicación. – elevando más el tono de voz.
-         Jamás habías utilizado tu posición como Alfa contra mí. Me disculpo por preocuparme por su seguridad, Alfa. – Alo agacho la cabeza en respeto y apretó los labios.
-         Alo, eso no es verdad. Mira, lo lamento ¿sí?
-         Entiendo. – aun sin devolverle la mirada.
-         No, no lo entiendes, esto es muy difícil de entender.
-         ¿el qué? ¿Qué te andas tirando a Jason? Eso lo puedo entender. – mierda, nos había visto en la Tina, ¿o había sido en la guardería? Maldición, el Beta lo sabía.
-         Cuidado con tu boca, yo no me lo ando tirando,
-         ¿entonces porque andan por toda la Guarida como si estuvieran en celo? Tú mismo pusiste la regla de no juguetear. No eres un adolescente Randolph, eres un hombre. Y Jason también es un hombre. – eso lo sabíamos ambos, incluso yo lo creía tan imposible, pero el solo pensar que Randolph no estuviera junto a mí, hacía que mi pecho se sintiera vacío.
-         Lo sé, pero yo… - no lo dejo terminar.
-         ¿quiero saber algo? ¿esto es serio, o solo estas tonteando? No quiero que hagas una tontería y tampoco quiero que involucres al humano en esto de ser solo un juego. No somos monstruos, Randolph.
-         Creo que me he dejado llevar un poco estos días. Solo necesitaba liberar la tensión un poco, ya sabes, las necesidades de un hombre.  - ¿Qué? Sintiendo el aire faltarme en los pulmones, todo mi cuerpo se paralizo, sentía las puntas de mis dedos entumecidas, ¿Por qué todo el lugar comenzaba a darme vueltas? ¿Qué había pasado? Randolph había dicho…
-         ¿lo dices en serio?
-         Si, lo juro. – el dolor en mi pecho se incrementó, la falta de sensibilidad desapareció y todo mi cuerpo comenzó a sentir la descarga contra todo mi torrente, pero no era de excitación, sino que estaba drenando todos mis pensamientos cuerdos. ¿Randolph solo estaba jugueteando conmigo? ¿necesidades de hombre? ¿eso era lo que significaba para él, un juego? Tontear conmigo y pasar el rato.
-         No creí que fueras esa clase de persona. Así que te prohíbo acercarte al humano, eso que haces es cruel. Jamás pensé que harías algo así.
-         Lo lamento.
-         No es conmigo con quien deberías disculparte. Tan pronto cuando volvamos de la cacería el humano se ira.
-         ¿Por qué?
-         Porque no es un esclavo, ni tampoco es un prisionero. Lo dejaremos ir. Mientras tanto, quiero que pienses en lo que has hecho.
Alo se marchó y le siguió Randolph, no pudiendo contenerme más me deje caer, deslizándome por la superficie de la pared, las lágrimas nublaban mi vista y sentía mis labios temblar levemente. ¿Por qué siempre era así? Apreté los labios, tratando de contener las ganas de reír y llorar al mismo tiempo.
Tenía razón, no era un esclavo, ni tampoco un prisionero. Ya era suficiente de esta farsa y de estar jugando con los weres. Si eso era lo que el gran y poderoso Alfa pensaba que era yo, un pedazo de carne con el que entretenerse, se equivocaba. Me levante del piso, limpiándome las lágrimas de los ojos, aun sintiendo la humedad entre mis pestañas, pero después de soplarme a mí mismo, sabía muy bien a donde debía irme.
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La oscuridad era mi mejor aliada, tenía que ser invisible. Ocultándome dentro de las sombras de los pilares como un ladrón a mitad de la noche. Tratando de pasar desapercibido, cuidando que mis pasos no hicieran demasiado ruido.
Todos estaban durmiendo, había una tranquilidad escalofriantemente profunda por toda la Guarida, ni una sola alma, más que los sonidos de las respiraciones o ronquidos de los miembros desde sus habitaciones. Era la hora. Caminando lentamente, atravesé la plaza, llegue al otro lado, no veía a nadie por el alrededor. Acomodándome la mochila en el hombro, mire a ambos lados y cuando no vi más que el vacío, continúe mi camino. Aun cauteloso.
La entrada de uno de los túneles estaba a pocos centímetros de mí, casi podía sentir la corriente de aire fresco por el conducto. Libertad. Así que esto era el adiós a todos los de la Guarida, me iría y nadie lo notaria, al menos me pude haber despedido, pero no era seguro el que yo volviera a la Guarida por voluntad propia o que siquiera lo pensara, considerando que los weres no me lo permitirían. Además, ¿Por qué volver? No dejaba nada detrás.
Me sentía un poco triste por ello, pero no podía hacer nada para cambiarlo, así eran las cosas. ¿Desde cuándo me había vuelto tan vulnerable a los demás? Se suponía que pensara en el bienestar de los demás, pero jamás me envolviera con ellos. Si mi abuelo me viera en estos momentos, ¿Cómo se sentiría al verme desobedeciendo todas sus reglas?
-         ¿Snyder? ¿Qué estás haciendo? – me gire ante la estridente voz, saltando al ser atrapado infraganti, podía sentir mi corazón latiendo más rápido, trague en seco y trate de recobrar la compostura firme.
-         Oh, genial. – suspire pesadamente, al ver la montaña humana de hombre llamada Kadar frente a mí, ¿estaba siguiéndome? ¿Cómo no lo había notado antes? Tratando de esquivar a su cuestionamiento, respondí secamente, desviando la mirada hacia otro lado - Nada, no estoy haciendo nada.
-         No me parece que no estés haciendo nada, ¿para que la mochila?
-         No es de tu incumbencia. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
-         Mis rondas, que otra cosa más.
-         ¿en serio? ¿Por qué no te creo? – lo mire, arqueando una ceja, apretando los labios.
-         Creo que estamos en la misma situación.
-         Eso parece.
-         ¿y bien? ¿me vas a decir o tendré que golpearte hasta que pierdas el conocimiento?
-         Golpeándome no conseguirás nada.
-         Pero será divertido.  - ¿siempre tenía que ser un idiota? Al parecer sí.
-         Está bien, tú ganas.  – levante las manos al aire, en rendición, - Me estoy yendo, ¿sí? ¿contento?
-         ¿irte? ¿Por qué?
-         Como si no lo supieras. Tenías razón, yo no pertenezco aquí. No soy uno de los suyos. Además, debo volver a mi hogar, necesito asegurarme que todos estén bien. No puedo seguir perdiendo más tiempo aquí, jugando a pretender que no tengo responsabilidades ahí afuera, y cosas de que preocuparme porque ser aceptado en la Guarida se ha vuelto más importante.
-         Todos te tratan mejor, ¿no?
-         Con lastima y yo no quiero eso. Tengo mi orgullo, aunque ustedes crean que los humanos somos unos brutos sin razón, iguales a los vampiros.
-         No puedo dejarte ir. No sin antes oír lo que tiene que decir nuestro Alfa.
-         No necesito su permiso.
-         Aun así iremos con él.
-         Si te metes en mi camino saldrás herido.
-         Ja – bufo - ¿me tomas por alguien débil? Puede que parezca tranquilo, pero soy una bestia – bien, eso era evidente, y no era necesario volverlo a obviar – te haría pedazos en segundos. – colocándose en el medio, en mi camino hacia la libertad, los túneles eran grandes, pero aun así la corpulenta complexión de Kadar podría detenerme de pasar siquiera por el umbral.
-         Si te derroto, ¿me dejaras pasar?
-         Solo su puedes – esbozando una burlona sonrisa.
-         Entiendo. Le darás algo de trabajo extra al doctor Mason.
Ambos tomamos una postura defensiva, el primero en atacar, como normalmente intuí, fue Kadar, adoptando su forma animal en el aire. Rápidamente me agache, deslizándome por debajo de él, pude ver su estómago animal lleno de un pelaje café terroso, sus largas patas y músculos tensarse, al igual que su mandíbula se abría.
Levantando un poco de polvo por la fricción de mis rodillas contra el suelo, me puse de pie y mire hacia mi otro lado, donde la figura lobuna de Kadar me miraba cauteloso. Al parecer el were no me la dejaría fácil, pero esto era jugar sucio.
-         Eso es trampa.
El lobo bramo en protesta, no estaba de acuerdo con mi acusación. Entonces, esto era algo sin reglas normales. La pregunta más importante seria, ¿Quién caería primero? Mostrándome los grandes dientes dentro de su hocico, no me imaginaba dentro de ellos, rompiéndome como un lápiz de madera.


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