Labios Helados, Lengua Caliente - Capítulo 17


SEGUNDA PARTE


[Cacería: Batalla Mixta Final 3.2]

¿Qué pasaba con este tipo? ¿No se cansaba? Yo estaba ya casi en mi limite. Apenas podía seguir corriendo, mis piernas dolían, desde las plantas hasta la cadera.
Esa arma que llevaba cargando en la espalda, ¿no pesaba? ¿Cómo era posible que me siguiera el paso?
No tenía sentido, no podía seguir huyendo de él, además, tarde o temprano tendríamos que enfrentarnos. ¿Por qué prolongarlo más? Lo haría ahora.
Me detuve, tomando la espada curvada entre mis manos, apreté la empañadura fuerte, sintiendo mis nudillos dolor por la acción. A pesar de haberlo liberado del collar que lo mantenía como uno de los perros de los vampiros, él quería matarme.  Este sujeto estaba loco, no loco normal, sino en un estado enfermo.
Bien, si él iba con todo, le respondería de la misma forma. No tenía la mínima intención de morir.
Lo espere, vigilando cada uno de mis lados. Sin distraerme, podía escuchar el sonido de sus pasos acercándose, rápido, lento, salto, rápido, rápido, lento. Alto.
Levante mi espada enfrente, lo debo mirar fijamente, lo veo salir junto a un árbol, el me devuelve el gesto con una sonrisa mórbida.
-         Así que, ¿me enfrentaras?
-         Antes quiero saber algo – digo, sin acercarme demasiado, sin quitarle el ojo de encima.
-         ¿uh? Tsk, ¿Por qué no? Adelante.
-         ¿Por qué me atacas? Eres libre, los libere a todos.
-         No a todos, me temo. – dijo, señalando en su cuello morado, donde una pequeña placa de metal se mostraba, debajo de su piel. Solo porque había arañado con su propia uña la superficie se podía ver, esta placa de metal destellaba un pequeño punto rojo. Hice una mueca al imaginar el dolor que le provocaba.
-         ¿Qué es…?
-         Chips de obediencia. A diferencia de otros cazadores, hay algunos que no son tan fáciles de dominar. Normalmente alguien usaría tortura o trauma psicológico, algo que los rompa. Pero los vampiros no son tan delicados, disfrutan la tortura, pero aún más el dolor y la desesperación en los rostros humanos al darse cuenta que es peor vivir que morir. Muchos no lo soportan e intentan suicidarse, yo lo intente, pero esta cosa me lo impidió.
-         El collar es para controlarnos y mantenernos tranquilos. Y los chips… son diferentes. Estas cosas nos controlan, aunque me resista, mi cuerpo se mueve por sí mismo. El que me controla no está aquí, mi amo se oculta en la ciudadela Zwielicht. Tengo órdenes de llevarte conmigo, nada personal.
-         No tengo intenciones tampoco de ir con ustedes. ¿Por qué no te resistes? Tienes esa voluntad.
-         Cada líder de escuadrón tiene la obligación de controlar a su grupo, si el grupo escapa, al menos no se llevaran al líder, que es el más peligroso de todos. El líder es especial, diferente de los demás cazadores, ¿quieres saber por qué?
-         …- tragué en seco, no me gustaba hacia donde se estaba dirigiendo toda la conversación. Renzo lo tomó como un “si” y continúo.
-         Porque el líder ha bebido sangre, no solo de vampiro. También humana. ¿lo entiendes? A los cazadores nos alimentan con sangre y carne humana, pero solo a los líderes se les da sangre de vampiro. – puntualizo, a lo que no entendía por qué estarme explicando todo eso. -  Después de que la sangre toca tu lengua, es como si tu gusto por la carne fuera suficiente. En las prisiones, donde nos mantienen encerrados, existe el canibalismo.
-         ¿Cuántos de los tuyos has cazado, de los que han intentado escapar de esto?
-         100, quizás más. Con el paso del tiempo, el matar se te hace tan natural como respirar.
-         No hay comparación, Renzo.
-         Incluso si yo no los matara y me negara a hacerlo, alguien más lo haría y después seguiría yo. Solo lo hago para sobrevivir. – por vez primera pierde un poco la compostura, frunciendo el ceño y apretando los puños. Como si hubiera tocado un punto sensible.
-         Ya te pasó, ¿no es así? – me arriesgo a preguntar y recibir un hachazo, pero no sucede. Él se hunde en sus hombros, bajando la mirada, sopesando un fuerte y prolongado suspiro.
-         … mi esposa. – levanta la mirada, viéndome directamente, sus ojos se han vuelto opacos, -  Tal vez creas que todos somos simples fugitivos, olvidados, pero no es así. Todos teníamos familias, queríamos protegerlas, y como nos rehusamos, al principio, nos lo quitaron todo. Yo era un hombre diferente. Las circunstancias fueron las que nos hicieron así.
-         Podrías cambiar.
-         No, es  muy tarde.
-         ¿Por qué los demás no actúan como tú y me persiguen?
-         No todos tienen el “privilegio” de beber sangre de un vampiro. Además, si la bebes, no hay resultado de que sobrevivas, y si lo haces enloqueces.
-         ¿eres el único?
-         Solo de este escuadrón. Hay más en Ciudad Zwielicht. La verdad es que quienes protegen la ciudad no son los vampiros, sino los Cazadores. Nosotros arriesgamos el cuello por ellos. Gracioso, ¿no?
-         ¿Por qué? ¿Por qué lo hacen?
-         No tenemos opción. No nos queda nada más. Podríamos morir ahí mismo, pero no te lo hacen fácil. – vuelve a ponerse tenso, solo que esta vez no despega su mirada de la mía. Entonces, es cuando una media sonrisa aparece en su rostro, lo que me sorprende un poco - Ante los ojos de todos ellos somos puro entretenimiento, alimento, placer, mascotas, simples objetos que pueden hacer y deshacer. Muchos se dan por vencidos y mueren, pero hay otros que se niegan a morir; sobreviven.
-         Matando a los suyos. – frunzo el sello, molesto.
-         Mejor ellos que yo. – un bufido sale de sus labios, resoplando ante mis palabras.
-         Eso es barbarismo.- puntualizo, pero eso solo produce el efecto contrario que esperaba, ya que se tira al suelo y comienza a reír enloquecido.
-         ¡Ah! Por favor no te hagas el santo conmigo. Dime, ¿a cuántos has matado tú? Más de los que yo, eso es seguro. Para salvar a mis compañeros. ¡Tonterías! Añoras la sangre, como todos los demás. Al menos ten la decencia de admitirlo, para ganar una guerra es necesario derramar más sangre que los demás, sino perderás.
-         Si hubiera una manera de solucionar las cosas sin derramar tanta sangre lo haría.- es verdad lo que digo, pero él no lo cree. Da un paso adelante, yo retrocedo, sus ojos entornados viéndome, tratando de descifrar algo, me produce escalofríos su mirada penetrante.
-         Pero amas la sangre ¿no? Te alimentas de ella. La deseas.
-         ¿Qué estas…? – mi voz se quiebra ante sus declaraciones. Algo está mal, ¿Cómo es posible que sepa de la sangre? Trató de controlarme, pero ahora mi cuerpo está nervioso, un leve temblor en mis piernas.
-         ¡No trates de engañarme! No soy un estúpido. Debes estar débil ¿no? Se te nota en la mirada que estas hambriento.
-         ¡Mentira! – desvió la mirada, tratando de huir de sus ojos.
-         Tsk, ¿Qué hay de malo? Matar para sobrevivir, está en la naturaleza humana. No te avergüences, hermano. – cubro mis oídos con ambas manos, tratando de alejar esa voz que parece meterse en mi cabeza, más y más.
-         ¡Basta! No soy como tú. – refuté, apretando mis manos en mis cabellos, negando con la cabeza, jalando mis cabellos.
-         Eso no es verdad. Dime, ¿bebes de tus victimas mientras aún están vivas o después de matarlas?
-         ¡He dicho que basta! – mi voz se eleva más alto, el pánico denotando entre mis palabras. El dolor en mis sienes no paran, ¿es por qué no he comido?
-         Oh, tal vez ¿disfrutas torturarlos? – las imágenes de mis anteriores atacantes, en los cuales, más de uno había resultado herido. Era verdad, había disfrutado el lastimarlos, no había forma de justificar mi comportamiento, incluso diciendo que lo estaba haciendo porque había matado a alguien inocente. Matar a otro solo te vuelve peor que él. Apreté los ojos, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas acidas. Cayendo de rodillas, hundiendo mi rostro entre mis manos.
-         ¡Ya! ¡no más!
-         ¿Por qué no bebes de mi sangre? – Abro los ojos ante las palabras del Cazador, sus pies están bajo mi visión, a un metro de distancia mía.
-         ¿Q-Qué?
-         Tienes mi permiso. Seria aburrido si te desmayas a mitad de la batalla. Quiero divertirme un poco más. – expone su cuello, puedo escucharlo, el sonido de su sangre corriendo a través de todo su cuerpo. Es musical. El aroma que emana de su piel, caliente por la sangre, por la vida que hay dentro de él. Reaccionó ante sus ojos y su sonrisa burlona, apartándolo con mis manos y retrocediendo dando un salto.
-         ¡No te burles de mí! ¡tu… te matare! – apretando la mandíbula, esta vez no lo dejaría escapar. Todo mi cuerpo ardía por la rabia que fluía en mi cuerpo. Me levante del suelo, mirándolo fijamente. Colocándome en posición de ataque, mi espada blandida frente a mí, firme – ¿tienes algún compromiso? – pregunté, serio, sin titubear ningún segundo. Él levanto una ceja al aire, extrañado.
-         No, ¿Por qué? – juega con el hacha, haciéndola hacer giros alrededor de su brazo, puesto que esta encadenada a sus brazos. Mis pies bien plantados en el suelo, para no perder el equilibrio y ganar impulso.
-         No creo que llegues a tu siguiente presa.
-         Jajajajaja… - su sonrisa me desconcierta. El hacha está en el suelo, de tanto reír se deja caer sobe el suelo, no le puedo encontrar el sentido gracioso a lo que he dicho, pero no bajo la guardia. Es un sujeto extraño, por cualquier cosa se tira al suelo a reír, agitando su mano en el aire  – ¿te refieres a los weres? ¡JA! Ellos me importan una mierda – se levanta, arreglándose las ropas, suelta un escupitajo, moviendo su cuello a ambos lados como una campana, tronando sus músculos. Recoge su arma del suelo, colocándosela en el hombro – Dale tiene otro tipo de planes para ti.
-         ¿Dale? – confundido. Creo haber oído ese nombre anteriormente, pero ahora mismo mi cabeza es un caos. Da igual, no podría recordar su rostro ahora que estoy al borde de desmayarme por la falta de alimento.
¡Espera! Este tipo es un humano. Si lo mato… podré alimentarme. Pienso, apretando mis manos alrededor de la espada. Su comentario pudo haber sido una clara burla hacia mí, pero es todo el alimento que tengo ahora mismo. Además, el contenerme y dejarlo vivir no me volverá una mejor persona. Él tiene razón, soy un asesino, no importa cuales sean mis razones, pero si he llegado hasta este punto, no puedo echarme hacia atrás ahora. El sabor amargo de mi saliva en mi garganta, al menos eso calma un poco el ardor de mi lengua.
-         Oh, ya lo conocerás. Pero debes pasar una prueba. Veamos si tienes lo necesario – grita, en el mismo momento en que salta sobre mí, retrocedo, pero tropiezo con algo. Cayendo al suelo. Colocó la espada para protegerme, funciona. Pero el peso del sujeto es mayor. Lo empujo, pateándolo, no funciona, trae un protector. – Nah, eso no funcionara conmigo Snyder. – chasqueo la lengua.
Soltando un poco de presión de mi espada para hacerlo acercarse. Echó mi cabeza hacia atrás y le impacto con mi frente, haciéndolo que se quite encima de mí. Rueda por el suelo, sobándose y gruñendo su dolor. Me levantó, al mismo tiempo que él lo hace. Ataca con su hacha, yo retrocedo, dándole una patada en el rostro mientras está inclinado.
Mala idea.
Me toma de la pierna y cuando me doy cuenta ya estoy frente a su puño. Recibo el impacto completamente, ahogando mi voz en un sonido ahogado. Aprieto los dientes, tratando de soportar el golpe, igual duele como una perra.
Le dejo caer un golpe con el codo encima de su hombro, él cae de rodillas, pero tengo que retroceder, cubriéndome la nariz, me la ha roto y no puedo respirar sin sangrar.
Tomó mi espada del suelo e intento clavarle una tajada, pero me embiste, arrojándome al suelo. La espada sale de mis manos. Ahora sus manos se ciernen alrededor de mi garganta. Comienzo a presionar, arañando, pero la fuerza no disminuye ni un poco. Él sigue presionando mi tráquea, ahora solo se escucha mi voz ahogada, mis piernas pataleando por detrás.
Estoy en un aprieto. No puedo alcanzar mi arma, incluso aunque le lanzó la tierra lodosa y porquería del suelo, no parece soltar su fuerza. Estoy a pocos segundos de desvanecerme. Siento cómo mis parpados se cierran más rápido. Aprieto mis parpados, tratando de agarrar aire. Las fuerzas de mi cuerpo se están yendo.
¿Voy a morir?
Mi mente se nubla. Todo lo que veo son los rayos del Sol que atraviesan las copas de los árboles.
El tiempo va más lento.
Cierro los ojos.
Ahí, en ese momento, mientras mis ojos dejan de percibir todo a mí alrededor, mi nariz percibe algo. Algo que huele tan dulce que me hace dudar. Agitando mi interior por la emoción y la adrenalina. De repente, el aire ya no me es necesario. Mi mente se concentra en ese aroma de hace unos segundos. Mis pulmones han dejado de funcionar, por pocos segundos. Pero puedo sentir todo el movimiento a mí alrededor.
Todo se ha detenido unos segundos. Lo suficiente para darme cuenta que lo estoy pensando demasiado. Él no lo hace. No piensa en matarme para sobrevivir, solo lo hace. Se deja guiar por sus instintos.
Con la mirada, busco la fuente. Ahí, frente a mí. El tipo (Renzo) tiene un corte que aparece desde la muñeca hasta manchar sus manos. No es el único corte, también hay varios en su rostro, pequeñas líneas que sangran y se deslizan, cayendo sobre mi cuerpo producto de los rasguños de los escombros arrojados.
Mis manos aprietan sus muñecas, tragó en seco, lo que produce que me arrepienta de ello. Mi saliva sabe como si estuviera tomando alcohol para las heridas, arde, todo el camino por mi garganta, pero evito concentrarme en el dolor. No importa.
Los siento, están saliendo de mi cuerpo.
Mi yo vampiro esta enloquecido por el hambre de sangre. No puedo pararlo. Ya no. Necesita salir y alimentarse.
Dejo salir todo el aire de mis pulmones, abriendo la boca inhalo todo el aire que puedo agarrar en una bocanada, en un sonido que suena más sexual que una acción motora de respiración, casi como un gemido de placer. Alargo mi mano derecha, hasta alcanzar su rostro, acariciando su mejilla, su sonrisa sigue igual, triunfante, feliz, extasiado de verme morir.
Idiota.
Clavó mi dedo pulgar en su cuenca, él retrocede un poco, sin dejar de presionar sobre mi tráquea, pero antes de que lo haga, mi uña se ha alargado, formando una punta, que ahora está incrustada en su cornea. Presionó más fuerte, haciendo que sangre empiece a manar del ojo.
No estoy respirando. Si me concentro en respirar y el dolor de mi garganta perderé contra él. Aún tengo aire en mis pulmones, solo dos minutos son suficientes.
El tratar de huir de mí, cuando está tratando de ahorcarme no le funciona. Tendría que soltarme para alejarse lo suficiente. Pero de hacerlo yo saltaría encima de él y clavaria mi otra uña en su otro ojo sano. Su ojo derecho está perdido, pero si sigo presionando más, el daño será más grave.
Siento liberar la presión de sus pulgares contra mi garganta.
Me suelta.
Es el momento, pienso al sentir como me zafo de su agarre. Pero no puedo hacer demasiado. Él me golpea en la garganta con el puño, lo que produce que caiga de nuevo. Esta vez porque el golpe hace que las ganas de vomitar aumenten. Escupo un poco de mi saliva, impregnada de sangre mía al suelo. Mientras me coloco de pie, sobando mi garganta con mis dedos.  Toso, tratando de ver si mi garganta no está obstruida.
Vuelvo a respirar de nuevo. Buscando mi espada con la mirada, hay demasiada hierba salvaje. Todo está confuso. Mi corazón late más rápido de lo normal, regularizándose.
Lo veo tambalearse contra un árbol, sus manos imposibles de hacer algo por su ojo. La sangre mancha su mejilla por completo, escurriendo. Cubriendo la mitad de su rostro de rojo carmín. Gruñe de dolor cuando intenta parar el sangrado y solo se lastima más con sus descuidados dedos.
Sin más posibilidades, yo aun en el suelo, de rodillas, regulando mi respiración. Me congelo ante lo que estoy viendo. Renzo entierra sus dedos dentro de su cuenca, usando el dedo índice y pulgar, su brazo temblando por el dolor que experimenta su cuerpo, usa más fuerza, soltando un alarido de dolor, que se escucha alrededor de todo el bosque.
Finalmente lo logra.
Entre sus dedos, ahí, el pequeño glóbulo ocular. Deforme, envuelto en sangre, aún hay una pequeña vena que se balancea. Renzo cae al suelo de rodillas, el ojo es tirado lejos, en alguna parte del lugar. Esboza una sonrisa, la sangre escurre desde donde solía estar su ojo sobre su pecho y en el suelo. Hay demasiada sangre. Me mira, ahora con su único ojo.
-         Eres bueno chico. ¿listo para el segundo round? – su ojo entreabierto, no sé si esta lucido o esta chiscado. A estas alturas preguntárselo se me haría una tremenda estupidez. Asiento. Colocándome de pie. El primero en tomar su arma es él, estaba justo debajo de sus pies. No ataca, se queda quieto mientras sus ojos se desvían de los míos.
Sigo la dirección de sus ojos, frente a nosotros, mi espada esta tirada ahí. Casi a la mitad de distancia entre ambos. Me abalanzó, casi deslizándome por el lodo. Tomó la espada del suelo, ruedo, esquivando el hacha. Blando la espada contra su hombro. La cadena que porta me impide darle un golpe, el filo de mi espada queda atrapado entre las cadenas.
Retracto la espada y hago una estocada directa, pasando por la unión de su cuello y hombro.
Falló en darle un ataque directo. Muy lento, Jason.
Me agacho al ver su ataque, el hacha pasa encima de mí, esquivándola por pocos centímetros de mi cabeza. Intenta darme un golpe en la cara con su rodilla mientras estoy agachado, pero logro percatarme y bloqueo con mis dos brazos. Siendo empujado lejos. Mis antebrazos duelen por resistir el golpe.
-         ¿Por qué no te mueres? – brama en su rabia, agitando el hacha como si fuera una rama y yo fuera un animal salvaje que acaba de encontrar. Bufo, haciéndolo retroceder cuando mi espada se alarga y golpea su hacha, el sonido metálico de ambas armas chocando fuerte.
-         Eso mismo debería preguntarte yo.
-         ¿de que estas hecho? Tsk, no importa, cuando te mate lo averiguare.
-         Suena interesante, quiero verte intentarlo, viejo.
-         No juegues niño, soy un cazador.
-         Creo que ya establecimos eso. Ahora, ¿Cómo quieres morir? ¿vienes o voy por ti?
-         Mocoso.
-         Deja de hablar.
Ambas armas chocaron, avanzando, retrocediendo, sin ceder, ninguno de los dos parecía vacilar en su ataque. Es entre fuerza física y agilidad. Renzo no me está superando, pero tampoco me permite superarle. Cada ataque que realizo es bloqueado. Es insoportable el dolor en todo mi cuerpo del daño sufrido previamente.
Me han drogado, cortado, golpeado, apuñalado, envenenado, ¿morir aquí? Incluso aunque sea un Cazador experimentado, no le daré ese maldito placer.
Nos apartamos nuevamente, giro la espada en un movimiento de muñeca. Él sonríe, se ve cansado, sin embargo sé que no debo guiarme por lo que veo a estas alturas.
Estamos a la par, Ethan fue diferente, no le hacía ningún daño a su cuerpo y tener una espada de brazo no ayudaba demasiado, pero Renzo es diferente. Se mueve a mi ritmo, es como si supiera que voy a golpear aquí o bloquear allá.
Parpadeo varias veces. Ahora que lo pienso, sus movimientos son más lentos, ¿me estará subestimando?
No, no es eso. Es otra cosa.
Abro los ojos de par a par, casi abofeteándome mentalmente. Soy tan idiota. Hay una enorme diferencia entre Renzo y yo, y no es precisamente la edad o la experiencia con la muerte. Renzo no teme a la muerte, no porque se crea invencible, sino que no tiene nada que perder. Nada.
Lo había dicho antes; para ganar una batalla es necesario arriesgarlo todo y solo temer el peor de los escenarios; no ganarla.
Vuelvo a suspirar, agitando la espada. Esto termina ahora. Es un todo o nada. Solo uno puede seguir en pie después de esto. Me pongo en posición, alargando la espada frente a mí, mis manos en la empañadura. Renzo hace lo mismo con su hacha y se coloca en posición de ataque. Un silencio que no se rompe por nada del mundo. Miradas fijas y la tensión de quien dará el primer golpe mortal.
Vamos, me digo a mí mismo y avanzo, dando pasos largos en el terreno, con la espada sobre mi hombro. El golpe directo del hacha cortando justo en mi hombro izquierdo, clavándose entre el hueso y el ligamento. Siento dolor en toda mi extremidad, pero no vacilo ni un segundo. Uso la tensión de mi cuerpo para impedir que el filo continúe avanzando y se quede atascado. Mi brazo se alarga, usando mi espada como una extensión de mí en una limpia y directa estocada contra su pecho, la punta de la espada logra abrirse un camino en el pequeño espacio que nos separa de unos dos pasos de distancia, logrando atravesar el cuerpo de Renzo. La espada se clava justamente en el pecho, saliendo del lado contrario.
El sonido de la tos ahogada. No dejo de presionar la espada, yendo un paso hacia adelante, he atravesado su corazón por completo, pero debo asegurarme que deje de respirar. El hacha cae al suelo, al igual que las dos extremidades de Renzo a ambos costados, la sangre que se desliza por el largo del metal de la espada, gotas que manchan el suelo terroso. Sus ojos me miran hacia abajo, una fracción de segundo.
-         Has… ganado… - musita entre la sangre que sale de su boca.
Uno, dos, tres… 15 segundos y el cuerpo de Renzo queda completamente inmovilizado. El latir de su corazón ha parado. La respiración igual. El único sonido que podría pasar como vivo sería el de los insectos que hacen ruidos entre las plantas, ocultos, y las aves que graznan en las copas de los árboles.
El peso del cuerpo de Renzo me gana y caigo sobre mi rodilla, aun sujetando la espada, lo tumbo sobre el suelo y dejo que el cuerpo se desplome por completo. Sacando la espada de su interior. La sangre comienza a salir del agujero en su pecho.
La necesidad de alimentarme esta nuevamente dominándome.
Aun así, no tengo la suficiente fuerza para acercarme al cuerpo. Mi hombro sigue sangrando, necesito parar la hemorragia en mi interior de los golpes y desinfectar con agua las heridas. Además de que no estoy en una buena posición, alguien vendrá muy pronto. Necesito moverme. Me alejo unos pasos del cadáver, aferrándome a la corteza del árbol al trastabillar, trago en seco, apretando la mandíbula, sintiendo la acidez en mí estomago arremolinarse, agitándose dentro.
Cierro los ojos un momento y finalmente decido que debo salir de ahí, no es un buen momento para alimentarme. Huir, eso es lo único que debo preocuparme.
Me giro usando el árbol como apoyo, mi hombro duele, pero me mantengo firme.
-         Hola, Jason. –  escucho a alguien decir mi nombre detrás mío. Un escalofrió recorre todo mi cuerpo, es como si las palabras fueran un murmullo contra mi tímpano que produce un efecto sonoro. Reconozco la voz. Hago una mueca de dolor mientras intento no caer.
Justo en el mismo momento en que me logro girar, lanzando un golpe al aire que jamás impacta, algo me cubre la boca instantáneamente. Mis pies están flotando en el aire. Me resisto al agarre que cubre mis labios, arañando, pero no me libera.
-         Admito que eres fuerte, amigo, pero… - una pausa y el sonido de un suspiro divertido - … es hora de morir -  pronuncia en tono bajo, lo siguiente es un incesante dolor en la parte media del estómago que se va extendiendo a través de cada célula de mi cuerpo. El objeto que me ha atravesado logra salir del otro lado, por la parte baja de mi espalda. Rasgando la piel, órganos y músculos en su trayecto, siento un líquido salir de mi interior. Gira el arma que se ha clavado, provocando un nuevo dolor agudo que hace que mi cuerpo se tensé. Mi grito es ahogado entre la sangre y la mano apresadora en mi boca. Las lágrimas de dolor salen de mis ojos, nublándome la vista, pero no me impiden reconocer el rostro de aquel sujeto.
Abro los ojos de par en par, he sido atrapado con la guardia baja. Un ataque tan sucio.

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[Elliot]

Finalmente, ahí el cuerpo de Jason. Tirado, indefenso y a punto de morir. Toma el mango de la espada y la saca, lentamente hasta que solo queda la punta y de un solo movimiento, en el que recarga todo su peso, vuelve a penetrar la herida ya abierta. Haciendo un giro en el que ve como la sangre mana de la herida. Viendo como el cuerpo del otro se retuerce de dolor por la acción barbárica. El sonido de sus alaridos de dolor y como sus intentos, en vano, solo producen el efecto contrario, herirlo más.
Deja la espada clavada en su cuerpo, ha atravesado el cuerpo y debe estar clavada hasta 20 centímetros dentro de la tierra debajo de Jason.
Suspira, dejándose caer de espaldas.
Pasa la mano sobre su frente, arreglándose los cabellos. Cuando intenta quitarse la tierra de la nariz el aroma de la sangre en su mano le llama, pasando su lengua sutilmente sobre está, saborea el sabor de la sangre de su víctima, que ahora no hacía más que convulsionarse de dolor y gimotear, ahogándose en su propia sangre, mientras con sus manos intenta remover la espada en su estómago.
-         Será mejor que no lo hagas, solo provocaras que empeore. –  no le escucha ante su advertencia y continua.
Se levanta, chasqueando la lengua y le da un golpe a la espada con la punta del pie, produciendo que se agite y que desgarre el interior de Jason. Quien solo ahoga un gruñido de dolor, apretando las manos en la tierra, sus piernas pataleando, mientras brama una zarandes de maldiciones y otras palabras obscenas.
Elliot duda unos minutos, viendo aquella grandiosa escena. Es como esos viejos cuadros en la exposición de Madame Cartier, en los que los cuerpos humanos han sido retratados en los últimos minutos de agonía, sin perder ningún detalle sobre el fresco. Se deleita con la agonía ajena y tomando el mango, vuelve a moverla, provocando el sonido ahogado de la voz de Jason. La forma en que su espalda se dobla, empalándose en el largo filo de la espada, mientras sus ojos se abren a todo lo posible, cubiertos de lágrimas de rabia y dolor.
La sangre mana de su boca, ensuciando su cuello y parte de su pecho. La mancha que hay en su camisa se hace más grande, agachándose para ver por debajo de la espalda, donde la sangre mana con más rapidez y escurre por el filoso eje del arma hasta caer al suelo y perderse al ser absorbida por la tierra. Elliot traga en seco.
Alarga su dedo, para pasar el digito sobre la superficie metálica y después llevarlo a su boca. El sabor de la sangre explota en su lengua, produciendo un efecto casi parecido al reise y el träumen (drogas experimentales de las que ya hemos hablado que son mejores que el mismo éxtasis – Capítulo 12) o incluso millones de veces mejor.
Su boca haciéndose agua por la deliciosa prueba. Se coloca de pie y comienza a rodearlo. Pasando su lengua por encima de sus labios. Dando pasos alrededor del cuerpo inmóvil, siguiendo los ojos furiosos que lo ven fijamente.
-         Tranquilo, no tienes que preocuparte de los otros vampiros. Ahora mismo, nadie sabe que tú, Jason Snyder, sigues con vida. Bateman nos dio la orden de llevarte al laboratorio, pero jamás menciono algo sobre llevarte con vida o a medio morir. – esboza una sonrisa, elevando la mirada al cielo, mientras trata de relajar sus músculos al mover su cuello como si de una campañilla se tratara. No hay respuesta de Jason, así que eso le molesta. Tomándose tantas consideraciones con él y ni siquiera le toma en serio. Aprieta la mandíbula y le suelta un golpe en las costillas, justo con la punta del pie. – respóndeme cuando te hablo – brama, volviendo a repetir la misma acción, acompañada de un golpe de talón sobre el estómago. El cuerpo completo de Jason se dobla, levantando las rodillas y su voz ahogada por el golpe certero contra sus músculos.
Otro golpe, otro más, sus costillas están rotas, puede sentir como cada vez que el talón presiona contra su caja algo se mueve y se clava en su interior, produciendo más sangrado interno. No dice nada, se limita a permanecer en agonía, gritando de dolor y aferrándose a la consciencia. Las manos de Jason se hacen con la pierna de Elliot, deteniéndole cuando este tiene su planta completamente sobre su cuerpo, machacando sus músculos. No le suelta. Elliot arruga la nariz, apretando las cejas en una expresión molesta y vuelve a clavar la espada en su interior. El grito desgarrador que resuena desde su garganta.
Así aprenderá. Piensa para sí mismo, pero en ese momento siente la presión debajo de su tobillo. Viendo las manos no soltarle, Jason gira en el suelo, sacándose la espada por un costado, desgarrándose una parte debajo de las costillas. La sangre salpica, pero Elliot tarda unos segundos en reaccionar al ver como lo derriba. Dejándolo confundido, cuando intenta volver a clavarlo Jason rueda nuevamente, pero esta vez dejándose caer por una gran pendiente.
Elliot le persigue, pero su tobillo se atora entre raíces de un árbol, doblándolo en dos partes cuando logra colocar su planta, haciéndolo caer abruptamente contra la tierra. Cuando logra levantarse, se detiene al escuchar el sonido de los rugidos de unas bestias feroces acercándose más y más.
Necesita regresar.
-         Tsk, - escupe una mancha de sangre contra un árbol, bramando su ira. – “Al menos no ir tan lejos, y si lo hace, no creo que sobreviva, esas heridas no fueron nada suaves. Necesito reagrupar al equipo, lo atraparemos esta vez”

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[Jason]


Abro mi mano, encontrándome el extraño glóbulo ocular todo ensangrentado y un poco sucio, y sin pensarlo dos veces lo meto en mi boca, sin respirar, tragándolo sin saborearlo.
Ingresa en mi interior, pero eso solo sirve para calmar un poco el ardor en mi garganta. Es poco, pero funciona. Intento levantarme y comienzo a caminar por el bosque, aferrándome a los árboles, algunas veces resbalo y caigo hincado, volviéndome a levantar nuevamente.
Mis piernas comienzan a fallar, en algún momento mi cuerpo deja de responderme. Mis piernas se tensan y pierdo el equilibrio. Caigo nuevamente, solo que esta vez no puedo levantarme, soltando una maldición. Mis ojos llorosos, mientras le barro cubre la mayoría de mis ropas. No puedo parar. El dolor es demasiado intenso. Todo mi cuerpo duele, la herida en mi costado no para de sangrar y me está costando una gran factura el seguir moviéndome de un lado para otro.
-         ¡¡¡Maldición, maldición, maldición!!! – golpeo el suelo con mis puños, soltando un chillido.
El sonido de mi voz como la de un niño pequeño asustado. Me duele. Arañando la tierra, comienzo  a arrastrarme por el lugar, pero después de ver que eso es en vano y que no avanzo demasiado me doy por vencido. Ocultando el rostro entre mis manos mientras sollozo.
Ruedo, quedando sobre mi espalda, el cielo sobre mí. Todo parece tan tranquilo.  Aprieto los labios, aguantando el llanto nuevamente, mientras mis manos se cierran en puños, las lágrimas deslizándose por mis mejillas.
Randolph…
¿Por qué? ¿Por qué incluso en un momento como este vienes a mi mente? ¿Eh? ¿Es cierto que no me traicionaste? ¿Es cierto que vienes por mí? Ya no sé qué pensar. Quiero creerlo, quiero creerlo. Pero…
Gruñí, las heridas en todo mi cuerpo sangraban y ardían por la tierra que se colaba. ¡Diablos! Ardían a muerte. Aguantando las lágrimas. Tragué, tenía sabor a sangre. Aunque no me sorprendería tener sangre hasta en las pestañas.
La verdad era que mi cuerpo estaba dejando de sentir dolor, un frio recorría mi cuerpo, comenzando desde la yema de mis dedos, las cuales ya estaban completamente entumecidas. ¿Era por la humedad? ¿La pérdida de sangre? La brisa acariciando mis mejillas era fría, pero los rayos del Sol eran cálidos.
Mis manos estaban rígidas, no podía cerrar la mano, por más que lo quisiera. Las heridas ya no dolían como antes, ni picaban, aun las sentía, la humedad de la sangra bajo de mí.
Pasos. Se escuchan pasos acercándose. No tengo fuerzas ni siquiera para defenderme o para tratar de ocultarme.
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[Charlie]

Podía olerlo. Lo había percibido cuando corría rápido entre los árboles, tratando de atrapar a los demás vampiros que habían salido disparados hacia todas partes una vez que los weres y los cazadores comenzaron a atacarlos, sin darles misericordia. Mientras Charlie corría detrás de uno de ellos, que fue rápidamente destrozado por sus colmillos afilados, pudo percibirlo. El aroma a Jason, pero había algo malo con ello. El aroma a oxido; sangre.
Dejando su apariencia animal, comenzó a andar en sus dos piernas, llamándole por su nombre, pero lo único que se escuchaba era el eco de su voz. Guiándose simplemente por su olfato, el aire de su alrededor entraba por sus fosas nasales. Percatándose de cierto aroma que se intensificaba con dirección al norte, a  pocos metros de donde él estaba.
Saltando. Corriendo a toda prisa, si lo encontraba podrían regresar a la Guarida, y Randolph se tranquilizaría un poco. Esta vez no dejarían que nada le pasara a Jason. Nada.
La sonrisa en sus labios fue desapareciendo en cada paso que daba, más que nada transformándose en una mueca de preocupación al ver como la sangre aparecía en un rastro debajo de sus pisadas.
El corazón se le acelero al ver como una mancha de sangre escurría de la corteza de un árbol, y se perdía hacia abajo como si fuera una mancha fugaz. Sonidos de tos y una voz ahogada. Removió los helechos con su mano, tragando en seco y rápidamente acudió al auxilio del herido que se mantenía presionando su mano sobre la herida en su costado.
-         ¿Ja-Jason? Oh, no – dijo, acercándose, se agacho, tomándolo entre sus brazos, pero al ver la mueca de dolor que le produjo el que tan solo levantara su parte del torso le indico que no debía moverlo. En pánico, Charlie no sabía qué hacer, estaba debatiéndose muchas cosas, primero parar el sangrado, pero, ¿Cómo?
 Una mano se posó sobre la suya, despertándole de su trance, bajó la mirada hacia Jason, que solo negaba continuamente. Charlie asintió, limpiándole la sangre que salía de las comisuras de sus labios. Trago en seco, estaba a punto de perder el control de su lobo interior porque estaba hirviendo en rabia.
-          ¿Cha-Charlie? ¿eres tú? ¿en serio eres tú? – preguntó en voz muy baja, ahogándose en una tos seca.
-         Jason, tranquilo, ¿sí? Trata de no moverte mucho, tus heridas son muy profundas. ¡Dios! El sangrado no para. – las manos de Charlie estaban bañadas en sangre, por más que intentara no entrar en contacto con ella, cada vez que Jason se removía un poco en el suelo por el dolor, más sangra salía de sus heridas. Apretó los labios, nervioso. No sabía qué hacer. Jamás había tratado una herida de ese tamaño. Prácticamente lo habían perforado por el costado. Necesitaba suturar, pero no tenía nada a la mano.
-         Charlie… no duele… no… me duele nada… - las palabras de Jason lo petrificaron, dándose cuenta que el otro solo se mantenía mirando hacia arriba, una mueca de dolor atravesando su rostro, pero sus ojos no mostraban el dolor, solo unas lágrimas que salían de ellos, deslizándose hasta perderse al caer. Charlie le tomo de la mano, acercándose, coloco su mano sobre su mejilla, dándole leves golpecillos para que este no se perdiera y regresara la mirada hacia él.
-         Jason, mírame. Todo estará bien, te curaremos ¿sí? Y cuando lo hagamos regresaremos a la Guardia todos juntos. Valentino y Esther querrán jugar un poco, así que necesitas ponerte bien o no podrás seguirles el paso. – sonreí, tratando de animar el ambiente, Jason le miro, apretando los parpados, intentando sonreír, pero no podía, tan pronto como lo hacía el dolor lo atacaba fuerte y se crispaba. Charlie miraba a Jason, que aún se aferraba a mantenerse tranquilo en ese momento, a pesar del dolor que experimentaba. El ardor de las lágrimas que picaban por salir. Sin poder contenerse más, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, incluso aunque no debería ser quien llorara, el ver a su amigo en esa posición, al borde de la muerte y tan valiente de mantener el rostro sereno. Apretando la mano ajena fuerte, - Tranquilo, ¿sí? Yo… no dejare que te pase nada… Jason, ¿me oyes?
-         Charlie… - viéndolo tragar, la mirada hacia arriba, no lo había notado, pero en ese momento una tenue capa húmeda aparecía en sus ojos, volviéndolos cristalinos, Charlie trato de luchar con las ganas de llora, controlándose un poco. Jason también lo hacía, por eso no le miraba, porque si lo hacía se rompería en cualquier segundo. – Hazme un favor, ¿sí?
-         Dime.
-         No dejes que Randolph me vea así. Por favor. No quiero… y… otra cosa… huyan lo más pronto posible.
-         ¿qué? No, nosotros…
-         Ellos volverán, entiéndelo. Si los atrapan a ustedes, la Guarida correrá un enorme peligro. Tienes que protegerlos.
-         Yo… Jason… - titubeo, levanto la mirada ante los ojos inquisitivos de Jason y al darse cuenta de la firmeza de sus palabras, asintió – lo hare, Jason. Lo prometo.
-         Gracias.
La fuerza del cuerpo de Jason comenzaba a desaparecer, el agarre era más débil con cada minuto que pasaba. Escuchando los pasos de sus camaradas acercarse por todas partes, Charlie ahogo el llanto en su interior. Apretando los parpados tanto que parecía que fueran a desgarrarse por la ruda acción. Lo primero que escucho fue la voz de Randolph sobresalir entre las demás.
-         ¿Jason? ¿Dónde está él?
-         Randolph, hermano, no creo que debas – intervino Alo, pero fue ignorado.
-         ¡Apártate! - dándole un empujón para dejarle pasar. Charlie se paralizo. ¿qué le diría a su líder?
-         Alfa, yo…
-         No, no, no… - repitió, quitándole a Jason de los brazos a Charlie, quien no opuso resistencia. Al ver el estado de su Alfa, solo pudo retroceder.
Los demás miembros que se habían mantenido callados, guardando respeto por el humano Jason, ahora intervenían, tratando de apartarlo con fuerza, pero este se resistía a dejarlo ir. Apartándolos con un rugido de advertencia, sus uñas aparecieron, al igual que sus colmillos, amenazándolos de apartarse instantáneamente.
-         ¡No, no, no! ¡Él no está muerto! ¿verdad, Jason? ¿verdad? – pegando su frente contra el pecho de esto. El cuerpo inmóvil de Jason no mostraba ningún signo vital. Era como un muñeco. Las lágrimas que salían de los ojos del Alfa alteraron a todos, ninguno se atrevía  a acercarse nuevamente. Alo incluso no decía nada, puesto que estaba protegiendo a su hermana entre sus brazos, que no paraba de llorar. Kaden golpeaba uno de los arboles con su puño, impotente, molesto. Todos los weres que habían conocido a Jason estaban ahí, reunidos y ninguno era capaz de decir o hacer algo.  – Tenemos que llevarlo a la Guarida ¡SI! ¡Mason lo curara! Solo es…
-         ¡Randolph, basta! Detente. Esta muerto.
-         ¡No!
-         Lo siento.
-         ¡NO!  - cubriéndose el rostro con la palma, las lágrimas que salían de sus ojos salpicaban el cuerpo de Jason. Acompañado de su grito de frustración. Lo hacía sentir un inútil, por no proteger a la persona que amaba. Era un fracaso como Alfa. Sino podía proteger a aquel al que amaba, ¿Qué clase de alfa era Randolph?
-         Tenemos que…
-         No podemos dejarlo aquí.
-         Alfa, si lo llevamos con nosotros los vampiros nos perseguirán hasta la Guarida.
-         No voy a dejarlo aquí. No. – Alo se hartó, soltando a su hermana, fue directo contra Randolph, soltándole un golpe directo a la cara. Molesto. Randolph le miro, de la misma forma.
-         Entonces, ¿Qué? ¿arriesgaras la vida de los demás solo por él?
-         ¿Qué acabas de decir?

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