Asuntos Pendientes - Capítulo 1 - Introducción Sangrienta
Asuntos Pendientes
Por:
Takeo Higurashi
Algunos
viven para sí mismos, y otros viven solo para otros.
En un juego en el cual los protagonistas son viejos
conocidos, los cuales tienen algo en común, algo que los unió y que al mismo
tiempo los coloco en lados opuestos del tablero.
En un mundo cruel donde los monstruos se ocultan bajo
sonrisas y apariencias hermosas, donde
las sombras son sus fieles amigas y donde se revelan sus verdaderas
personalidades. Los rostros de cualquiera, las bonitas palabras y bien
ensayadas, un gesto encantador, todo ello puede resultar falso y al mismo
tiempo verdadero.
El juego ha comenzado, dos sujetos que se disputan por un
futuro incierto. Uno que debe ser castigado y otro que añora la venganza por su
propia mano. ¿Quién sobrevivirá ante su pecado?
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Capítulo 1 - Introducción Sangrienta
Mientras el agua recorre su
cuerpo, limpiándolo, relajando sus músculos, recarga su frente contra el
mosaico de color hueso y se queda mirando el agua que va cayendo y se pierde en
la coladera. Pequeñas líneas rojizas que se deslizan por su cuerpo y en un
segundo dejan su piel, eliminando cualquier evidencia.
No puede evitarlo, al bajar más
su mirada, se encuentra con su pene totalmente duro. Se muerde el labio,
entrecerrando los ojos y baja su mano para atenderlo. Su mano fría y el agua
caliente, mezclando el aroma de la sangre, es un completo afrodisiaco para su mástil.
Los recuerdos comienzan a
pasar a través de su cabeza, como pequeñas imágenes. El cuarto oscuro, los
murmullos, las miradas y las manos acariciándole. Su cuerpo se enciende
inmediatamente y se deja llevar por la nebulosa del recuerdo.
***********
Un pequeño tintineo.
Mientras el cuerpo del chico, a mitad de la habitación, completamente desnudo
se balancea, con los brazos al aire, sus muñecas apresada por unas correas
negras que lo mantienen cautivo.
Manteniéndose en pie con las puntas de sus dedos, puesto que si no lo hace, las correas se apretaran más fuerte
y el dolor será insoportable.
Su cuello esta entumecido
por mantenerse con la mirada gacha. Sus hombros duelen aún más, los siente rígidos,
y los músculos de sus brazos pareces como si los estiraran fuertemente.
Su boca, completamente seca,
intenta decir palabra alguna con la intención de que alguien escuche sus
palabras y venga en su rescate, pero sabe que es inútil. Esta tan mareado.
Cansado. Todo su cuerpo se siente como si fuera hecha de plomo.
Escucha risas. Alrededor.
Por todos lados, aunque no sabe bien de qué dirección provienen exactamente.
Traga en seco, sintiendo un escalofrió
recorrer todo su cuerpo, su piel poniéndose de gallina ante el frio de la
desnudez.
Ojos curiosos salen de entre
las sombras, esbozando sonrisas, murmurando algunas cosas, o simplemente
lamiéndose los labios con cierto morbo, saboreándose.
La piel del chico es tan
pálida a la luz de la única iluminación de la habitación, tanto que deja al
descubierto el rubor sobre sus mejillas y los pezones rosados en su pecho,
erectos ante el frio. Un cuerpo esbelto, no hay ningún centímetro de gordura o
alguna marca (cicatriz). Su pecho lampiño, pero su vientre con un poco de
vello, un pequeño camino que va desde su ombligo hasta su sexo. Flácido, sin
circuncidar, un bonito saco cubierto por vello púbico, donde el testículo
derecho se inclina más sobre un costado que el otro.
El chico es una joya.
Normalmente no encuentran de esa clase de bellezas. Tan puro, ¿Cómo no sentir
la tentación de querer ensuciarlo? Corromper aquella piel inmaculada con sus
manos, escuchar los sonidos que saldrán de su boca una vez comiencen, sus
expresiones y las reacciones de su cuerpo cuando lo hayan desflorado. Si tan
solo mirarlo ya ha creado reacciones varias, el solo imaginarse poner sus manos
casi les hace llegar al orgasmo.
Los hombres alrededor de la
habitación comienzan a mostrarse, saliendo de las sombras, todos desnudos. Sin
ninguna prenda que les ate, se sienten liberados, regresando al principio de su
naturaleza. Hay de todas las edades, razas y tamaños. Algunos se llevan algunos
años, pero abunda más los adultos de edad avanzada, con sus cabezas casi
desnudas por la falta de cabello y sus kilos de más, aun así, eso no evita que
se empalmen y sus miembros apunten hacia arriba por tal pequeño que se exhibe
frente a sus ojos.
Los que les siguen rondan
entre los 35-40, hombres casados, o solteros, que se muerden los labios,
saboreándose impacientes, después de pasar toda la semana en la oficina, con
los niños y la esposa en casa y después de pagar las deudas, es normal querer
tomarse un poco de tiempo para ellos mismos. Y atender aquella parte tan
importante entre sus piernas, puesto que la esposa siempre le niega el sexo
ahora que tiene el anillo en el dedo. Hombres despechados y con necesidades.
Hay otros más jóvenes,
seguramente nuevos iniciados que están aquí para aprender de los mayores, y que
pronto tomaran la batuta en su lugar. Jóvenes emocionados, incapaces de ver que
están entrando a un nuevo mundo en el que pronto ellos tendrán la oportunidad
de ser quienes sometan. Ellos son los más divertidos, puesto que no saben qué
hacer, siempre necesitan la ayuda de algún mayor que les indique cómo, sin
embargo aprender tiene sus desventajas, el profesor se cobra su salario con el
cuerpo del estudiante y así es como todo termina en el joven siendo tomado por
los mayores, dándole una cálida bienvenida en los brazos de todos hasta que
todos lo hayan probado.
Aquí, ahora mismo, no hay
diferencias. Todos son iguales, todos desean lo mismo y planean compartirlo. No
importa quién sea primero o quién siga, sino disfrutar. Las caricias sobre sus
miembros, pasando sus manos sobre sus pechos, buscando estimularse aún más no
tardan en comenzar a hacerse presentes. Leves gruñidos y el sonido de sus manos
trabajando la carne de sus ejes.
El ánimo del lugar va en
ascenso mientras ven como uno de los hombres se acerca al chico, tomándole de
la barbilla y obligándole a levantar el rostro. El hombre es rubio, con unos
hermosos ojos verdes con pequeños rastros de café, algunas arrugas en su
rostro, pero de cuerpo bonito, el chico apenas le queda por el hombro.
Ven como tiembla, apretando
los labios. Esperan que comience a llorar. El hombre sonríe y se acerca,
juntando sus bocas. El chico se resiste, pero lentamente va cediendo. Abriendo
su boca ante la del otro hombre, acariciando sus lenguas. Sus ojos se
entusiasman al ver el efecto de aquel beso en el chico, evidenciado entre sus
piernas. No está 100% erecto, solo un poco, pero no pueden resistirse a
comenzar a tocarse.
Las manos toman los ejes,
envolviendo sus dedos sobre sus miembros, haciendo un movimiento lento, solo
para estimularse. Algunos hombres mayores no resisten la tentación y toman a
los jóvenes y los besan, reclamándolos en ese momento, dando por iniciadas las
clases extras.
Prestando manos a otros como
buenos samaritanos. Las bocas curiosas que no quieren quedarse atrás y dejarle
todo el trabajo a la mano, quieren probar el sabor de otras. El roce de los
cuerpos, hombro con hombro, o incluso el pecho contra el pecho de los jóvenes,
mientras los dedos de las manos estimulan sus pezones, descubriendo nuevas
sensaciones.
Eso sí, sin apartar la
mirada del show principal. Las manos que viajan por le cuerpo, y la lengua que
se burla de sus labios y los obliga a abrirse, sometiéndose ante los mayores.
El rubio baja la mano, comenzó
a acariciare suavemente con las yemas de sus dedos la punta de su glande, el
chico se estremece, tensándose, provocando el tintineo de las caderas y que se
cuelgue a si mismo por el temblor que recorre su cuerpo. Intenta retroceder,
pero el rubio no se lo permite, envuelve su brazo alrededor de su cintura y lo
atrae, metiendo su pierna entre las suyas, comenzando un proceso en el que
frota su muslo contra el saco y el eje del chico.
Los leves gruñidos y la
forma en que su cuerpo se retuerce. Los mayores no se quedan atrás y comienzan
a jugar con los menores, instruyéndoles, comenzando a enseñarles a sus jóvenes
cuerpos los placeres que se pueden obtener entre los brazos de otro hombre.
Besos, caricias y suspiros
se mezclan en la habitación, mientras el pequeño es rodeado por los cuerpos sin
rostro y le miran fijamente, deleitándose con sus reacciones inocentes.
El hombre le toma de los
cabellos de la parte trasera y lo obliga a levantar el rostro hacia arriba, el
chico gime ante la brusca acción, torciendo le gesto, pero el hombre no se
detiene ahí. Junta sus bocas, presionando sus labios suavemente, en un
principio, para después usar su lengua y separar los labios, abriéndose paso
como cual ladrón se logra introducir en su cavidad bucal y sus lenguas se
tocan, en un torpe intento en el cual el chico no sabe cómo usar su lengua.
El mayor le indica,
forzándole a que solo se limite a seguirle. El chico no hace nada, solo se deja hacer, tratando de imitar los
movimientos que hace con su lengua. Le coge el ritmo rápidamente, aunque sigue
sin ser perfecto. La humedad de la lengua y la respiración caliente, además de
las caricias que no pueden evitar que él se caliente. Su cuerpo se estremece,
sintiendo la erección entre sus piernas crecer y saltar con cada escalofrió que
recorre su espina.
El hombre se separa, dejando
un pequeño hilo de saliva, que escurre por la comisura de sus labios,
deslizándose por su barbilla. Traga, relamiéndose los labios, saboreando al
mayor en su boca. Es extraño, pero no malo. No le desagrada.
La curva de su espalda,
mientras su trasero se alza y su eje da pequeños brincos por los escalofríos,
empujando suavemente sus caderas hacia adelante, frotándose contra el aire. El
hombre alarga su mano y atrapa la cabeza de su miembro, provocando que el chico
tiemble sobre la punta de sus pies, mordiéndose el labio.
-
Es momento de educarte, chico. Te vamos a
coger tan duro que te arrepentirás de haber entrado aquí – dice, dándole un
suave beso en la mejilla, seguido de pasar su lengua por esta, borrando la
pequeña lágrima del muchacho. – Guárdalas para el final, ¿sí? – aconseja,
riendo suavemente.
La única luz comienza a parpadear, y antes de que alguien haga algo más, todo
queda en oscuridad.
No sin antes ser pasada desapercibida aquella siniestra media
sonrisa en el rostro del chico. Musitando unas palabras en silencio. Todos son
devorados por la oscuridad.
**************
Se relame los labios,
sintiendo el escalofrió recorrer su columna y en un segundo, al recordar la
mirada suplicante de aquel chico, muy parecido a él, antes de atravesarle la
mano sobre el pecho y arrancarle el corazón, le hace llegar al orgasmo y se
viene. Manchando el azulejo con su semen, que se desliza y cae por la coladera,
mezclándose con los pocos restos de sangre y agua.
Increíble que una matanza lo
ponga duro, que le excite de semejante manera. Recordar la forma en que los
cortaba, desgarrando sus gargantas y rompiendo sus cráneos, mientras la sangre
escurre por todas partes, le cubre a él, las paredes y tiñe los cuerpos sin
vida de sus víctimas. Es una imagen mental deliciosa.
-
Mi señor, su ropa esta lista. – escucha la
voz a través de la puerta.
Abre los ojos, sintiéndose un
poco cansado. Suspira, molesto y se aparta de la pared. Cierra la llave y
endereza el cuerpo, quedándose así unos minutos, dubitativo. Tratando de
relacionar todo. Su cerebro tarda algunos segundos en reconectarse con la
realidad.
Finalmente logra volver en sí
cuando vuelve a escuchar un fuerte golpeteo sobre la puerta. Es insistente,
pero le espabila.
Vuelve a suspirar y tras
pasar sus manos sobre su cabello mojado, peinándolo hacia atrás, se dirige a la
puerta, molesto.
-
Te escuche la primera vez, ¿sí? – abre la
puerta y sin una pizca de recato sale fuera de la habitación, recibiendo la
toalla por parte de su sirviente, quien se limita a bajar la mirada y
extenderle la prenda.
No la toma. Se gira y continúa,
ahora hacia donde están las ventanas que se abren de par en par, dejando el
aire entrar, lo que provoca que las cortinas se agiten suavemente por la brisa
nocturna.
No lo ve, pero sabe que su
sirviente le mira fijamente. Cada paso que da, puede sentir sus ojos detrás de
su espalda, fijos en su cuerpo.
No le molesta, aunque
tampoco le agrada demasiado.
Sale, recibiendo un helado
saludo por parte del mundo exterior. La piel se le eriza tanto, que cuando pasa
su mano sobre sus antebrazos parece como si estuviera tocando la piel de un
reptil. Ante tal pensamiento siente repulsión y se desenvuelve y continúa.
Su cuerpo, en su total
desnudez, brilla ante la tenue luz sobre su pálida piel. No tiene ninguna
deformidad, ni cicatrices. Tampoco algo de sobrepeso y su forma es perfecta,
demasiado. Casi parece como si fuera de mármol. Le da un aire fantasmagórico.
Ante los ojos de cualquier
otra persona seria como la encarnación de alguna clase de ser celestial, pero
ante los ojos de su sirviente sabe que está muy lejos de ser alguien celestial.
Tal vez divino, pero no santo. Él, mejor que nadie, conoce su siniestra y
oscura procedencia.
Después de todo, sus manos
no están limpias, pero, ¿Quién si?
Pasa las manos sobre su
cabello, agitándolo. Su cabello ha vuelto a la normalidad. Esta seco y suave,
como siempre. Tan blanco como la nieve, parecería que tiene canas de no ser por
su hermoso y joven rostro. Aunque en parte hacer una broma sobre su edad no
estaría mal. Lo agita suavemente, levantando el mentón, mirando por encima de
la baranda, aquellas pequeñas luces bajo su edificio.
Aspira profundamente,
sintiendo algo en al aire. No puede describirlo, pero se le hace conocido. Como
si le trajese un viejo recuerdo, pero no logra relacionarlo. Por alguna razón la
noche no se siente normal. Hay algo diferente. El aire se siente pesado, tenso
y hay una extraña ansiedad, casi sanguinaria.
-
Pescara un resfriado. – la voz de su
sirviente detrás le hace girarse por el hombro. Sonríe, arqueando la ceja.
-
Oh, ¿ahora eres comediante?
-
Lo intento. ¿Qué tal lo hago?
-
Mal. Mejor continúa sirviéndome. – sigue sin
moverse, ambos. Pero mantienen el mismo monologo.
-
¿Sucede algo? – un pequeño temblor en la voz
de su sirviente, muestra de su preocupación. Sonríe, nuevamente y se gira hacia
el paisaje nocturno de la ciudad.
-
La noche. Esta diferente.
-
¿A qué se refiere?
-
Digamos que tal parece que el juego está por
comenzar.
-
¿Un cazador?
-
No cualquiera. Este es especial.
-
¿Un viejo enemigo? ¿Tal vez un amante
despechado? – pregunta, inquieto e insistente, pero sabe cómo manejar esas
situaciones.
-
¿Eso te pondría celoso, Antonie? – en tono de
burla, tonteando con el chico.
-
… No.
-
Nada convincente. – se mueve, finalmente, y
se encamina hacia su sirviente, tomando su rostro entre sus manos. Lo acerca
para juntar sus bocas, pero antes de tocarse se detiene y deja salir un suave
suspiro sobre sus labios. – Nada de amor. Él es más bien un cliente
insatisfecho.
-
¿S-Solo eso? – nuevamente otro temblor,
mientras sus labios se aprietan, tratando de acallar sus palabras. Sonríe y se
acerca, haciéndole retroceder.
-
Bueno, mi pasado siempre tiende a cobrármelas
tarde. Solo se tomó un poco de tiempo.
-
¿Debería preocuparme por usted, mi señor?
-
No. Por el momento. Lo dejare que haga su
movimiento, después será mi turno. Es un juego, nuestro juego.
-
¿No hay nada que yo pueda hacer? – hay suplica
y sabe que no puede negarse. Le dará esa satisfacción.
-
Permanece a mi lado, ¿sí? Quiero que seas
testigo de todo. – sus miradas se encuentran y el otro no sabe que decir, más
que lo usual.
-
Como usted ordene, mi señor.
-
Buen chico – se acerca y le da un beso, el
cual pasa de ser un simple roce de labios, a una voracidad feroz. Tomándole del
mentón, obligándole a seguir su ritmo, llevándolo contra la pared, mientras sus
labios lo poseen y sus respiraciones se mezclan.
El contacto frio y caliente
de ambos cuerpos mientras se presionan.
Antonie envuelve sus brazos alrededor de su cuello, siendo levantado del suelo rápidamente,
sus piernas son tomadas por los fuertes brazos y este las envuelve alrededor de
su cintura, sintiendo la urgencia de Antonie entre sus piernas, comienza a
llevarlo directo a su cama.
El Cazador está en la ciudad.
En su
ciudad. Y aunque le haya dicho a Antonie que no debe preocuparse, no puede
negar que las cosas se pondrán algo rudas.
Y se ve un futuro
derramamiento de sangre.
El juego ha comenzado. Y
como lo prometido es deuda, solo uno quedara con vida después de su encuentro.
La
pregunta pende en el aire, ¿Quién sobrevivirá?
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